El victimismo: la costumbre de culpar

por Javier Taberner

12/5/20113 min read

Cada día en cada decisión, las personas eligen una entre dos opciones, que dan curso a lo que será su éxito o su fracaso: vivir como responsables o vivir como víctimas, es decir, culpar a otros de lo que les sucede o asumir que lo que recogen se debe a que es consecuencia de sus actos. Los humanos, tenemos recursos que nos permiten relacionarnos con el mundo de manera particular. Cuatro de esos recursos cuya forma de utilización afectan nuestra vida en distintas áreas, son: el lenguaje, la interpretación, la memoria y la imaginación.

El lenguaje, se aprende en sociedad, está limitado por la forma de cultura que aprendemos y nos permite darle nombre a personas, objetos y situaciones. Es nuestra forma de significar. También el lenguaje nos permite usar nombres asignados para describir lo que experimentamos, aunque lo hagamos desde el prejuicio producto de aprendizajes “a priori”. La interpretación la hacemos con pensamientos o verbalizaciones y consiste en darle sentido racional a las cosas, opinar sobre ellas, descifrar lo que significan en nuestro código personal.

En cuanto a los otros dos recursos, la memoria y la imaginación, diremos que la memoria, nos permite almacenar y recordar experiencias e interpretaciones, mientras que la imaginación sirve para pensar en lo que no existe y visualizar cómo será o sucederá lo está por venir y la forma en “que suponemos” vendrá.
Estos cuatro recursos los usamos para conformar una opinión compleja acerca de nosotros mismos, que conocemos como “autoimagen” o, técnicamente el “sí mismo” (self), base, por cierto, de toda nuestra actuación social. Este “sí mismo” surge de acuerdo con la forma como hemos sido tratados, lo que hemos experimentado, como hemos interpretado nuestras experiencias y las consideraciones que hacemos sobre lo que podemos o no, hacer, lograr y disfrutar. Se habla de autoimagen negativa o positiva, si la manera de percibirnos es favorable o desfavorable, lo cual repercute en toda nuestra autoestima.

Esa autoimagen la fortalecemos y protegemos férreamente. La mayoría de las veces sin notarlo, a través de varios mecanismos de defensa entre los cuales mencionaré únicamente el de proyección. La proyección, concepto utilizado en principio por Sigmund Freud, sugiere que las personas recurren a la estrategia mental de colocar afuera, en el mundo exterior, algo que realmente les pertenece o es creación. Es una operación mental a través de la cual la persona se niega a responsabilizarse por una experiencia o situación causada o vivida por ella, y la coloca como causada por otras personas o cosas. Aquí, se da origen, cuando se hace habitual, a lo que podríamos denominar la personalidad de “víctima”.

La personalidad de víctima o el victimismo, consiste entonces en defenderme de posibles situaciones de malestar, a través del no reconocimiento y proyección externa (hacia otra persona o cosa) ante determinada situación. Si una persona miente o engaña dirá que es engañada por él o los otros. Si tiene una personalidad agresiva, incluso con quienes ama y la quieren dirá que es agredida por su entorno.

Una forma rabiosa de victimismo, consiste en molestarse por que otros no son como nosotros o como deseamos que sean. En estos casos la tendencia es a atacarlos, acusarlos, etiquetarlos para dañarlos moral, emocional o físicamente. Esta demostración de intolerancia excluyente, que por inconsciencia e ignorancia espiritual, suele verse amparada por ideologías y credos que ocultan lo que en realidad no es más que una simple y llana conducta patológica.

Todos hemos actuado como víctima: niños, jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres, negros, indios y blancos, pobres, ricos. No hay excepción a esta regla pero el problema o, más bien, la patología, se presenta cuando uno hace de esto una forma de vida; y la razón es que estas personas crean una realidad falsa basada en pensamientos irracionales por lo que terminan generando conflictos y sufrimiento.

¿Y cuáles serían las soluciones?

  1. Acepte que suele vivir desde una posición de víctima, sin negarlo o evadirlo.

  2. Decida vivir desde una nueva posición mental, la responsabilidad de causa, lo cual consiste en aceptar que en alguna medida y a veces totalmente, es usted responsable de cuanto ocurre y acepta que ocurra en su vida. Pregúntese: ¿Qué estoy haciendo para que esto me esté sucediendo?

  3. Acepte la nueva premisa de que usted no reacciona ante los eventos, situaciones o personas, sino a su interpretación u opinión acerca de ellos. No es lo que hacen sino lo que usted considera que deberían o no deberían hacer, lo que le afecta.

  4. Descubra la lista de personas y excusas que tiene para victimizarse.

  5. Manténgase alerta y relajado, para evitar reaccionar automáticamente.

  6. Pida a una persona cercana que le indique si se está victimizando.

  7. Algún amigo cercano o pareja que le muestra cuando se victimiza.